La mediación crea un espacio de confianza para el diálogo familiar que preserva la confidencialidad de lo tratado, reconoce las necesidades e intereses de cada uno y permite la comunicación renovando las relaciones con independencia de que se lleguen o no a acuerdos.
Con la ayuda del mediador, las personas que integran la familia toman sus propias decisiones, asumen sus compromisos y responsabilidades evitando tener que acudir al juzgado donde será un tercero – el juez – quien dará la solución, que sin duda será acertada desde el punto de vista legal, pero que probablemente no se adapte a los intereses y a las necesidades de todos y cada uno de los miembros de la unidad familiar.
A través de la mediación familiar se pueden gestionar y/o resolver:
- Los problemas de relaciones de pareja y, de nuevas parejas con hijos..
- Las diferencias en la forma de educar a los hijos.
- Las relaciones entre los progenitores e hijos, en especial en la adolescencia.
- La convivencia, el cuidado y atención de las personas mayores.
- La convivencia con personas dependientes, enfermas, discapacitadas, etc.
- Los procesos de separación y divorcio.
- Los problemas con las adopciones, acogimientos, filiaciones, tutela, etc.
- Las relaciones y los problemas en la empresa familiar.
- Las disputas con las herencias en general.
- Y toda nueva problemática familiar, como pueden ser las situaciones de desamparo, las provocadas por el desempleo y la crisis económica, las diferencias culturales en parejas de distinta nacionalidad y origen, etc.